Cuando queremos mirar atrás para recordar solo vemos cómo hemos crecido y aprendido de nuestros errores aunque los sigamos cometiendo, pues la razón es débil.
La vida es así, pasan por tu vida miles de personas. Hay muchas con las que seguramente hayamos pasado algún pequeño momento de nuestra vida, pero nunca nos acordamos de ellas y con el tiempo solo son caras conocidas.
Algunas de ellas se te olvidan con el tiempo y aparecen en tu memoria de vez en cuando como una estrella fugaz porque hay algo, que una milésima de segundo, te recordará a ellas.
Otras, permanecen a tu lado el tiempo necesario para hacerte abrir los ojos y enseñarte nuevas fronteras, parecen ángeles, que con el tiempo no sabes dónde están ni de dónde han venido. Y muy pocas, la pequeña minoría, son las que se quedan grabadas a fuego en tu memoria, en tu piel y en tu corazón; esas que te marcan, que te dejan huella, que las tienes en tu mente gran parte del tiempo, y piensas, y piensas en ellas siempre; sonríes, lloras, vuelves a estimular el dolor o la alegría que dejaron en ti cuando se fueron, pero te gusta recordarlas.
Esas personas que llegaron a tu vida de una forma inesperada y te enseñaron a amar sufriendo, y que amores que matan nunca mueren; tu primer amor; tu primer beso; tu primera relación.. Esas que te tendieron un brazo para agarrarte cuando te caías, para que tu caída fuera menos dolorosa aunque cayeras; que siempre supieron aconsejarte, que estuvieron cuando te importaban y cuando te olvidaste de ellos.
Al fin y al cabo esas son las que siempre vamos a recordar.
Nunca una persona es eterna en tu vida, las personas son pasajeras y es difícil mantenerlas siempre a tu lado por mucho que te esfuerces; el tiempo pasa, las personas cambian, las amistades de la adolescencia se olvida.. Pero nadie entra a tu vida por casualidad y aquellas grandes personas son las que deberían de estar eternamente en tu corazón.
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